CURSOS

MÁS DE 30 MIL BENEFICIARIOS

Hna Karoline en El Mercurio Este modelo social y cultural abandonó a los padres

Es jueves por la mañana y en los pasillos de la Fundación Cristo Vive hay movimiento. Karoline Mayer, su fundadora y presidenta, llegó temprano. Como todos los días, se levantó a las 7:15, se vistió con su hábito azul, calcetines de lana, sandalias y se puso su crucifijo al cuello. Hizo el aseo, a las 8:00 recibió a vecinos de la población Quinta Bella de Recoleta para tomar desayuno y a las 8:30 leyeron juntos el evangelio.

En su oficina en la fundación, que atiende a 30 mil personas de extrema pobreza en Chile, se acumulan libros, carpetas, cedés, disquetes, fotos, artesanía andina y reconocimientos. Es un desorden que encontró su orden. En una de las paredes cuelga un mapa de Peters, que muestra las dimensiones reales de los continentes, y en otra un cuadro de la Virgen María y un póster del Padre Hurtado. También hay regalos por doquier.

Uno reciente es una arpillera que las pobladoras de Quinta Bella, donde vive con la hermana Maruja Jofré, le hicieron para su cumpleaños 80. Otro es una muñeca de pelo blanco tejida a crochet. Es ella en miniatura. 'Son 80 años, no má'', dice en chileno. Su acento alemán se asoma entre modismos y diminutivos.

De esos 80, 55 los ha vivido en el país. Gran parte de su historia está narrada en su libro 'El secreto siempre es el amor. En los suburbios de Chile'. En él relata, entre otros aspectos, su noviciado en la Congregación Misionera de las Siervas del Espíritu Santo, cuando abandonó la orden, su llegada a Chile en 1968 y su regreso en 1973, sus encuentros con Salvador Allende, el Papa Juan Pablo II, la Madre Teresa de Calcuta y, posiblemente, el más definitivo: su visita en 1968 a la expoblación 'Áreas Verdes' en Las Condes, donde se enfrentó a una pobreza desoladora.

Niños desnutridos, barro, pozos negros comunitarios, hacinamiento, hambre, resignación. En ese instante supo que su lugar estaba en Chile. Con los pobres. Una sortija negra en su dedo anular representa ese compromiso. 'Todo ser humano es digno. Aunque esté en la calle tiene derecho a la dignidad', dice firme Karoline Mayer. Muchos la reconocen como la 'Madre Teresa' de América Latina.

HASTA EL ÚLTIMO DÍA

Mayer viene llegando de un largo periplo por Alemania. Recorrió más de 4.000 kilómetros en un mes, dando a conocer el trabajo de la Fundación Cristo Vive, que también está presente en Bolivia y Perú. Una pregunta recurrente que le hicieron fue sobre su estado de salud. 'Me siento sinvergüenzamente bien', les dijo a todos. Su receta, cuenta, es caminar todos los días y barrer la entrada de su casa enérgicamente. 'Cada uno de los años vividos es un gran aprendizaje', reflexiona.

-¿Cuál ha sido su principal aprendizaje?

'Renunciar a las expectativas en otros. Si tú das cariño, te la juegas por una persona y te sale el tiro por la culata, será. Pero no por eso dejas de hacerlo. El verdadero amor es un boomerang, siempre vuelve. Es una energía que nunca pierde su meta'.

-Y usted, ¿de dónde saca tanta energía?

'Quien más me ha inspirado es mi maestro Jesús. Estoy muy consciente de que tengo 80 años, pero hay que seguir hasta que uno pueda'.

Para reafirmarlo, esta menuda mujer, que la semana anterior jugó un partido de fútbol con colaboradores de la fundación y se acuesta todos los días entre las 11:00 y 12:00 de la noche, acude a la ciencia, su otra vocación. Estudió enfermería en la Universidad de Chile.

'Las investigaciones de Gerhard Hüter sobre el cerebro humano han arrojado que uno puede aprender hasta el último día de su vida. ¿Cuál es la condición? La voluntad', dice Karoline Mayer, que en 2001 recibió la nacionalidad chilena por gracia, entre otras distinciones, como la Orden al Mérito de la República Federal Alemana, el Premio Shalom por la Universidad Católica de Eichstätt, la Medalla al Mérito del Land Baden-Württemberg, el Premio Cardenal Agustín Bea de la Fundación Internacional Stiftung Humanum. También hay una calle en Recoleta que lleva su nombre.

'Hoy día muchas personas dicen voy a dejar a mi cerebro descansar, ya no tengo más interés. Mantener la inquietud de querer aprender, estimular esto en las personas mayores, es muy importante. Y yo no puedo enseñarlo a otros si no lo practico', destaca.

LA PANDEMIA DE LA SOLEDAD

Hoy en la población en la que vive no hay pozos negros, ni desnutrición. Pero sí un parásito más silencioso que el coronavirus, que brotó durante la pandemia: la soledad de las personas mayores.

'Nuestro modelo social y cultural abandonó a los padres. Un número importante de hijos no se preocupa de sus padres. Se preocupan para un cumpleaños o pasan una o dos veces al año a visitarlos. Los viejitos sufren', asegura la religiosa, poniendo de ejemplo a una vecina, de 82 años, cuyo marido murió hace 20 años y tiene a su familia en Iquique y Pica.

'Nunca había hablado de soledad, pero ahora habla. A tal punto que a veces no va ni a comprar. En la pandemia, muchas personas descubrieron su soledad. No se habían dado cuenta de lo solos que estaban', dice. Respira, y agrega, como citando una bienaventuranza: 'Felices aquellos que tienen la visita de sus hijos y de sus nietos'.

Ella, reclama, conoció otro Chile. 'El año 78, cuando trabajaba en el policlínico, una abuelita me dice, madre, necesito su ayuda, yo quisiera morir'. ¿Por qué quiere morir?, le pregunté. Mi hija con su marido tienen cuatro hijos y no hay para comer. Y a mí todos los días me reservan la mejor parte. Yo no quisiera quitarles esa porción de comida, ayúdeme a morir'', relata.

-¿Qué cambió?

'Nuestra sociedad fue mostrando como el ideal que la familia recién casada viva sola. Y poco a poco, la familia necesita mantenerse, y en esto una persona más que alimentar, las pensiones de gracia no son un gran aporte, entonces la otra persona ya es una carga. También la gente joven no gana gran sueldo, están endeudadas hasta la tusa. Creo que necesitamos volver a reflexionar esta parte de nuestra cultura'.

-Pero una cosa es que padres e hijos vivan separados, y otra es el abandono.

'Yo muchas veces les digo a los hijos que no traigan flores para el funeral o para el velorio. Llévenselas hoy. Vayan a acompañarlos una horita, un ratito. Yo he visto cómo los padres, hoy viejitos, se han esforzado por sus hijos. Una vez un chico que yo conocía paró en su auto y me dijo, muy molesto, este año mis papás no recibieron un paquete de Navidad'. Y le dije, pero mijito, ustedes son tres profesionales, ¿no podrían hacerle un paquete de este volao a sus papás?'. Me dolió en el alma'.

ANIMAR DE NUEVO

Karoline destaca especialmente el rol de los municipios en el cuidado y preocupación por la tercera edad. Y si bien es consciente de los desafíos de la salud pública para este grupo etario, considera que en atención ambulatoria se han 'logrado avances importantes. Siempre va a faltar, pero en controles y entrega de medicamentos Chile está bastante bien', opina. La fundación tiene el Cesfam Cristo Vive en Recoleta.

-¿Qué otros desafíos tenemos respecto a la tercera edad?

'Necesitamos animar de nuevo a conocer la realidad de nuestro país. Dónde hay deficiencias, sufrimientos o necesidad de dar cariño. Que niños, jóvenes visiten un hogar de ancianos. Rico o pobre, da lo mismo'.

-Usted, además, recalca que la pobreza no es la misma con la que se encontró cuando llegó por primera vez a Chile. ¿Cuáles son los principales problemas hoy?

'La vivienda y la educación. Otra de las pobrezas más grandes es un total endeudamiento'.

-También ha habido un aumento de la inmigración y muchos inmigrantes están en situación de calle.

'Yo recibo con los brazos abiertos a todos los que vienen de otro lado. Yo también vine de otro lado. Pero siento que todavía necesitamos hacer un gran trabajo en integración. Donde vivo ahora, en Quinta Bella, deben vivir unas 500 familias, entre haitianos, cubanos y de otras procedencias'.


Periodista: MARÍA FLORENCIA POLANCO

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